miércoles, 20 de abril de 2011

Vision de la Santa Cena: Beata Ana Catalina Emmerick.

"Jesús se encontraba entre Pedro y Juan, las puertas estaban cerradas, y todo tenía un aire misterioso y solemne. Cuando el cáliz fue sacado de su bolsa, Jesús oró y habló a sus apóstoles con gran seriedad. Yo vi a Jesús explicándoles el significado de la Cena y toda la ceremonia, y me hizo pensar en un sacerdote enseñando a otros a oficiar misa.

Jesús tenía delante una bandeja en la cual reposaban los vasos, y tomando el paño de lino blanco que cubría el cáliz, lo extendió sobre la bandeja. Después le vi quitar de encima del cáliz una tapa redonda y ponerla sobre la misma bandeja. A continuación, retiró el paño que cubría los panes ácimos y los puso sobre; sacó también de dentro del cáliz una copa más pequeña y repartió a su derecha y a su izquierda las seis copas de que estaba rodeado.

Entonces bendijo el pan y el aceite, levantó con las dos manos la bandeja con los panes, elevó la mirada, rezó, ofertó, depositó de nuevo la bandeja sobre la mesa y volvió a cubrirla. Tomó luego el cáliz, hizo que Pedro echara vino en él y que Juan añadiera un poco de agua que Jesús había bendecido antes; a continuación, bendijo el cáliz, lo elevó orando, lo ofreció y lo colocó de nuevo sobre la mesa.

Juan y Pedro le echaron un poco de agua sobre las manos, encima del plato en el que habían estado los panes. Jesús recogió, con la cuchara insertada en el pie del cáliz, un poco del agua vertida sobre sus manos y la vertió a su vez sobre las de ellos; después, el plato fue dando la vuelta a la mesa y todos se lavaron las manos sobre él. Todo esto me recordó extraordinariamente el sagrado sacrificio de la misa.

Mientras tanto, Jesús se mostraba cada vez más tierno y afectuoso con sus discípulos; les repitió que iba a darse a ellos entero, todo lo que él tenía, es decir, Él mismo, como si estuviera transido de amor. Le vi volverse transparente, hasta parecer una sombra luminosa. Partió el pan en varios trozos y los dejó sobre la bandeja; cogió un poco del primer pedazo y lo echó en el cáliz.

En el momento en que hizo eso, me pareció ver a la Santísima Virgen recibiendo el sacramento espiritualmente, aun no estando presente. No sé cómo, pero me pareció verla entrar, caminando sin tocar el suelo, y llegar hasta donde estaba Nuestro Señor para recibir de Él la Sagrada Eucaristía; después ya no la vi más.

Aquella mañana, en Betania, Jesús le había dicho que celebraría la Pascua con ella en espíritu, y le había indicado la hora en que debía ponerse a orar para recibir la Eucaristía.

Jesús rezó y les enseñó aún unas cuantas cosas más sus palabras salían de su boca como un fuego luminoso, y como tal entraban en los apóstoles, en todos excepto en Judas. Cogió la bandeja con los trozos de pan y dijo: «Tomad y comed, éste es mi cuerpo, que será entregado por vosotros.» Extendió la mano derecha en señal de bendición, y mientras lo hacía todo Él resplandecía.
Sus palabras eran luminosas, y el pan entraba en la boca de los apóstoles como una sustancia brillante; yo vi cómo la luz penetraba en todos ellos; sólo Judas permanecía en tinieblas. Jesús ofreció primero el pan a Pedro, después a Juan, y a continuación hizo señas a Judas para que se acercara. Judas recibió el Sacramento en tercer lugar, pero las palabras de Nuestro Señor parecían huir de la boca del traidor y volver a Él.

Esa visión me perturbó tanto que no puedo describir mis sentimientos.

Jesús le dijo: «Haz cuanto antes lo que tienes que hacer.» Después administró el Sacramento a los demás, apóstoles que fueron aproximándose de dos en dos.

Jesús sujetó el cáliz por sus dos asas y lo elevó hasta su cara pronunciando las palabras de consagración. Mientras lo hacía se lo veía transfigurado y transparente, como si todo su ser lo hubiera abandonado para pasar a estar contenido en el pan y el vino. Dio de beber a Pedro y a Juan del cáliz que sostenía en la mano y luego lo dejó de nuevo sobre la mesa.

Juan vertió la divina sangre del cáliz en las copas pequeñas y Pedro se las entregó a los apóstoles, que bebieron dos de la misma copa. No estoy muy segura pero creo que Judas también bebió un sorbo del cáliz. Después ya no volvió a su sitio, sino que se fue inmediatamente del cenáculo; los demás creyeron que iba a cumplir un encargo de Jesús.

Se fue sin rezar y sin dar gracias, con la gran ingratitud que supone retirarse sin dar gracias después del pan cotidiano, mucho más tras haber recibido el pan de vida eterna de los ángeles. Durante toda la cena estuve viendo al lado de Judas una figura terrorífica, cuyos pies eran como un hueso seco; pero cuando Judas llegó a la puerta del cenáculo, vi tres demonios a su alrededor: el uno entraba en su boca, el otro le daba prisa y el tercero corría ante él. Era de noche y parecían irle alumbrando el camino; Judas corría como un insensato.

Nuestro Señor echó un resto de la divina sangre, que había quedado en el fondo del cáliz, la pequeña copa que había estado en su interior; después puso sus dedos sobre el cáliz y Pedro y Juan echaron de nuevo agua y vino sobre ellos. Después les dió a beber otra vez del cáliz y lo que quedó lo echó en las copas y lo repartió entre los demás apóstoles.

A continuación, Jesús limpió el cáliz, metió dentro la pequeña en la que había guardado el resto de la sangre divina, puso encima la bandeja con lo que quedaba del pan consagrado, le colocó la tapadera, envolvió el cáliz y lo situó en medio de las seis copas. Yo vi como, después de la Resurrección, los apóstoles comulgaban con los restos del Santísimo Sacramento.

Había una indescriptible solemnidad en todo lo que Jesús hizo durante la Sagrada Eucaristía, y cada uno de sus movimientos estaba lleno de majestad. Vi que los apóstoles anotaban cosas en unos pequeños trozos de pergamino que llevaban consigo. Varias veces durante la ceremonia los vi también inclinarse unos ante otros, como hacen nuestros sacerdotes".

1 comentario: